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Antes de las grandes migraciones de los pueblos sudaneses desde Chad y de los peul desde Nigeria, el norte de Camerún estaba poblado por etnias negras dedicadas a la caza y a la agricultura. Como consecuencia de las invasiones de los pueblos ganaderos, muchos grupos paleo-sudaneses se refugiaron en los montes más inaccesibles. Con los años desarrollaron una civilización perfectamente adaptada al medio hostil de la montaña, basada en el cultivo del mijo.
Pueblo dowayo. Los 18.000 dowayos o namchis que viven alrededor de Poli constituían otro desconocido pueblo africano hasta que el antropólogo inglés Nigel Barley los puso en el mapa al describir sus ritos y costumbres en la novela El antropólogo inocente.
Pueblo koma. Durante el siglo xviii, los koma empezaron una larga marcha desde la zona del lago Chad hasta llegar al valle de Faro. Los kanuri del Imperio Kanem Bornu los bautizaron con el nombre de ‘pueblo perdido’ por su larga diáspora en busca de nuevas tierras donde asentarse. Con la invasión peul del siglo xix, muchos koma se refugiaron en los escarpados montes Alantika donde construyeron poblados y cultivaron las laderas. Actualmente, unos 30.000 koma siguen habitando en este aislado macizo saheliano en la frontera de Camerún con Nigeria, aferrados a su forma de vida tradicional que gira en torno a los ciclos agrícolas.
Pueblo kapsiki. Unos 50.000 kapsiki viven repartidos entre Camerún y Nigeria en pequeños poblados de piedra y barro, dedicados a la agricultura. Debido a las malas comunicaciones con las grandes ciudades, el cultivo del algodón para la exportación no ha llegado todavía a la región de los kapsiki, quienes siguen dependiendo básicamente del mijo y del cacahuete. Con la llegada del turismo y la mejora de la pista que atraviesa su territorio, algunos kapsiki han empezado a diversificar su actividad económica, dedicándose al comercio o a la restauración.
Pueblo mafa. Los 136.000 mafa que habitan los montes Mandara centrales forman el grupo étnico más numeroso del norte de Camerún tras los peul.
A pesar de la variedad dialectal, los mafa forman un grupo cultural bastante homogéneo de agricultores animistas que combinan el trabajo del campo con la artesanía. La mujeres mafa bajan a los mercados de los valles para vender cestos, ollas y recipientes de barro. La mayoría de los mafa creen en un solo dios, creador de todas las cosas, que mantiene en orden el mundo, que sólo interviene cuando este orden ha sido alterado.
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